Vivaldi y el moiré

¿Qué tienen en común uno de los compositores más famosos de la historia y el patrón de interferencia que arruinan tus fotos de pantallas?

Todos los violinistas del mundo tenemos en secreto su foto en algún lugar importante, y no es para menos (es broma lo de la foto, quizás). Antonio Vivaldi «il prete rosso», fue además de un magnífico violinista italiano, un gran compositor que todavía hoy, 250 años después de su muerte, vende álbumes de las cuatro estaciones como si fueran churros. Sus aportes a la técnica del violín son casi tan épicos como los que hizo a la historia de la composición.

Mucho se ha hablado de su obra maestra por ser de las primeras en entrar en todo un nuevo género, el de la música programática, pero eso es tema para otra ocasión. Hoy vamos a encargarnos de una de esas otras obras no tan comentadas pero que gritan «Vivaldi» hasta en la portada. Estamos hablando del concierto X de su otra gran obra «L´estro armónico» para 4 violines, más específicamente su segundo movimiento «Largo«.

Y es que podríamos tranquilamente catalogar esta obra de contemporánea, casi textural en pleno barroco italiano. ¿Textural? sí, un concepto imprescindible en música desde el siglo XX pero que Vivaldi parecía manejar desde el siglo XVII y de descubrirlo es de lo que se trata este artículo.

Texturalismo

No nos engañemos, el arte es complicado, pero eso tiene su encanto. Una manera muy común de explicarnos es usar ideas de otras áreas; hablamos así de sonidos amargos, colores fríos o sabores estridentes y todos nos entendemos fingiendo cordura. Una textura es entonces, en música, lo que nos imaginamos que se siente una canción si pudiéramos pasarle la mano al sonido. Increíblemente casi todos podemos ponernos de acuerdo en como se siente, hagan la prueba. Así, por ejemplo, una banda de metal pesado sonará «áspera» y un coro de iglesia «liso», si son buenos músicos por su puesto.

Suena algo rugoso ¿no crees?
y este liso y sedoso.

Hacer música pensando específicamente en esto, es lo que llamamos texturalismo. Ahora componer música es dibujar puntitos en una servilleta del restaurante y ¡me encanta! Suena fácil pero pasar de la servilleta a la partitura es tarea de maestros. En el cine y videojuegos se utiliza muchísimo y es particularmente eficiente como música ambiental.

Ahora bien, aunque no es hasta mediados del siglo XX que se desarrolla esta corriente con exponentes como los grandes Witold Lutosławski (1913-1994) o György Ligeti (1923-2006), hay pasajes interesantes en el repertorio de épocas pasadas que pudiésemos ver con ojos texturales, mejor dicho oídos. Un ejemplo interesante podría ser el inicio de la 9na sinfonía de Beethoven. Un Ludwig casi sordo se adentra en terrenos bastante experimentales para su época guiado mucho más por su instinto que por los formalismos teóricos y el resultado es brillante y revolucionario. Qué decir de la música de Bach.

¿Vivaldi contemporáneo?

Estos son dos compositores que me apasionan y podría hablar muchísimo más de ellos (y si lo desean podemos dedicarle otra entrada para analizar éstos casos, los espero en los comentarios) pero el ejemplo de hoy es Vivaldi y con razón pues, en los pasajes anteriores podríamos dudar si la intensión, más allá del resultado, fue la exploración textural pero en el concierto para 4 violines de Vivaldi no caben dudas de ningún tipo y eso nos da un claro ganador en esta contienda.

La forma en la que lo consigue es superponiendo capas de articulaciones; entendemos éstas como distintas formas de tocar un mismo pasaje musical. Así las podemos hacer cortas y secas, lo que en música llamamos staccato y representamos con puntos o triángulos sobre las notas, mientras alguien más las toca con suavidad y sin espacios de silencio entre ellas (legato). También sería posible tocarlas en simultáneo con ritmos y órdenes distintos, lo que daría como resultado una sopa bastante compleja de ritmos y notas dónde ya no es tan importante cada línea por separado sino la sensación textural que nos aporta el conjunto.

articulaciones simultáneas del Largo
articulaciones simultáneas del Largo

El Moiré

Es posible que llegaras hasta acá sin saber que es el moiré. Por si acaso, moiré (muaré) es una palabra de origen francés y de la industria textil que hace referencia a cierto patrón de dibujos que aparecen al superponer líneas en diferentes ángulos y, aunque suele ser bien molesto al tomar fotografías y videos también ha sido explotado en el arte como técnica pictórica. Lo interesante es como aparecen figuras que en un principio no están dibujadas, así como dar sensación de movimiento por lo que fue sobre todo aprovechado en el cinetismo a finales del siglo XX por artistas como Jesús Soto o Carlos Cruz-Diez.

Physichromie 1989 de Carlos Cruz-Diez
¿Quién ha puesto un cuadrado en mis líneas?

Pero, ¿cómo sería un moiré musical? la clave está en escuchar las voces que no están escritas de primera mano y que aparecen de la superposición de las que sí lo están. Un poco loco esto de escuchar voces que no existen, pero todo sea por el arte.

Un uso exquisito de ésta técnica lo encontramos en Steve Reich (1936), compositor minimalista estadounidense. En su Piano Phase de 1967 notamos melodías que en principio no se ven en la partitura. Es posible que Reich se inspirara en el contrapunto barroco de compositores como Bach y Vivaldi dónde vemos ya una semilla de esta técnica. Reich es un ejemplo interesante de desarrollo de ideas pasadas desde una visión más contemporánea. El resultado es como menos hipnotizante y muy práctico pues con pocas notas es posible hacer sonar 20 pianistas. ¿Podríamos etiquetarlo de escritura holográfica, quizás?

Fragmento de la partitura de Piano Phase

En el lejano 1700 ya sabían de estas posibilidades y las usaron hasta el hartazgo. Esta es la razón de por qué 4 violines en Vivaldi suenan a 300 y ni se diga en Bach, dónde cada dedo del teclado esboza su propia personalidad. Es curioso como dos estilo, en principio tan opuestos como el minimalismo y el recargado barroco, tengan tanto en común.

Aurelio Coppola

Violinista, Compositor, Diseñador Gráfico, Programador y Docente. Semifinalista del II concurso nacional de composición de Venezuela, ganador del concurso de identidad gráfica de la fundación Fogones y Bandera del afamado Chef “Sumito” Estévez y ganador de los premios Inocente Carreño 2020 como figura destacada en el medio musical. Fundador de Academia Coppola.

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